Emma Zunz: mujer de tinta y papel Por Lidia Rissotto
Una sola vez en la obra narrativa de Jorge Luis Borges un personaje femenino protagoniza una de sus ficciones; se trata de Emma Zunz, la joven que venga la muerte del padre.
Cuando Emma tenía 16 años su padre, Emmanuel Zunz, fue acusado de desfalco en la empresa donde trabajaba. Avergonzado por la acusación decide partir hacia Brasil pero antes le confía a Emma que el verdadero autor de la estafa es Aaron Loewenthal, gerente de la fabrica.
La historia se desarrolla cuando Emma, que ha guardado el secreto durante seis años, recibe una carta fechada en Brasil en la que un compañero de pensión de su padre le comunica que Emmanuel ha muerto debido a que “había ingerido por error una fuerte dosis de veronal”.
Borges elije para contar esta historia un ritmo intenso: poco tarda Emma en entender que ingerir una excesiva dosis de veronal no ha sido un error sino una decisión de su padre; pasan apenas algo más de veinticuatro horas desde que Emma lee la carta y da muerte a Loewenthal a quien considera responsable del infortunio de su padre y de su propia soledad, de su vida apartada y gris.
Para justificar su crimen Emma urde su desfloramiento en condiciones viles. Elige, como instrumento, a un rústico marinero extranjero que partirá esa misma noche y cuya lengua no comprende; como ámbito tortuoso y turbio, un cuarto vedado al lector, como vedado es el acto abominable que va a suceder. Horas después informará a la policía que Loewenthal abusó de ella y que por ello le dio muerte.
A ese ritmo intenso que expone los acontecimientos en forma directa y que no le da tiempo al lector para interpretar los hechos, anticipar posibles cursos de acción, se contrapone el minucioso relato de la reacción de Emma, del amor por su padre y del odio que crece minuto a minuto hacia Loewenthal. Por cierto la trama del cuento de Borges es mucho más compleja que el acto mismo de venganza. Asiste el lector al desfile de recuerdos, a la progresión de los preparativos del plan; la joven callada y ascética, la que ingenuamente guardaba la fotografía de un hombre fuera de su alcance, el actor de cine Milton Sills, devela una mujer determinada a alcanzar una meta horrible.
Es quizás allí donde se encuentra la mayor sorpresa del cuento: la transformación de esa casi niña en una mujer de dimensiones trágicas, con rasgos que la equiparan con la Electra micénica y rasgos que la diferencian. Tanto Emma como Electra ansían vengar la muerte del padre, asesinado simbólicamente por Aaron Loewenthal en el caso de Emma, y por Clitemnestra y Egisto en el de Electra. Las dos están solas pero es Emma la única capaz de urdir el plan y llevarlo a cabo.
Para Emma y para Electra las aflicciones del pasado encontrarán su compensación en la venganza. La muerte del padre de Emma solo puede ser vengada tomando la vida de su simbólico ejecutor, Aaron Loewenthal, y para hacerlo tiene ella únicamente el recurso de sus propias fuerzas. Electra, en cambio, se consume en la imposibilidad de dar muerte a los asesinos de su padre por no contar con la ayuda de su hermano, Orestes, a quien cree muerto; cuando finalmente Orestes aparece será Electra quien lo incite hasta que el joven, y no ella, se transforme en brazo ejecutor.
Emma, una vez perfeccionado su plan, comienza el recorrido de un camino sacrificial que se inicia con el baño (la purificación) en un club de mujeres junto a sus compañeras de trabajo; al día siguiente buscará al sacrificante y acudirá al simbólico santuario donde su virginidad será ofrecida como si fuera la sangre de un inocente. Finalmente Emma logrará su propósito de matar a Loewenthal de una manera más sórdida y cruel que la imaginada, hará creer la increíble historia de su supuesta violación.
Mucho se ha interpretado y escrito sobre “Emma Zunz” y no son pocos los autores que coinciden en que la inversión de la estructura del cuento policial clásico, es decir que no se trata aquí de descubrir al asesino, desvía la atención del lector hacia los móviles o los procedimientos del crimen. En nuestro caso hemos intentado acercarnos a una visión menos detectivesca y más cercana al revés de un modelo narrativo en el que el héroe/la heroína se impone por sus virtudes: Emma es sí la heroína pero de una historia construida sobre la traición, el engaño y la mentira.