Las mujeres veteranas de la Guerra de Malvinas. (Por la Prof. Patricia Tatavitto)
Hubo un tiempo en que nuestra tierra necesitó de hombres y mujeres comunes para hacer cosas extraordinarias, y las hicieron.
En la fecha que dcstinamos a la memoria de los caídos, el reconocimiento de los veteramos y descubrimiento de las mujeres que participaron en la Guerra de Malvinas.
Inicio este artículo con la frase de la exposición organizada esta semana por los veteranos del municipio de Esteban Echeverría.
Alrededor de una veintena de mujeres, enfermeras, instrumentistas quirúrgicas y otras con tareas relacionadas con la sanidad participaron y fueron movilizadas hacia el sur de nuestro suelo durante las acciones beligerantes en el Atlántico Sur en 1982. A la mayoría se le asignaron misiones en los hospitales continentales que recibían los heridos desde las islas. Pero para el 10 de junio, la labor de los médicos y enfermeros necesitaron refuerzos y se recurrió al personal femenino, hasta entonces sólo inscriptas en una lista de voluntarias. Recordemos que todavía no se le daba la posibilidad a las mujeres de ser soldados, oficiales o suboficiales, dentro de nuestras fuerzas armadas.
Ellas le pusieron color al monótono verde marrón, por las algas en las costas (origen de la palabra Kelpers), por el suelo, la turba y los uniformes, que impregnaba el escenario natural.
Como sucedió con muchos de los combatientes, sólo tuvieron unas horas entre la comunicación del traslado y su llegada a las Islas, aunque fueron consultadas, no enviadas arbitrariamente. Por lo menos tuvieron tiempo de comunicar y despedirse de los suyos. Ellas pusieron colores, a través de sus cuidados, de su escucha atenta del que lo requería o compañera en el silencio para el que lo prefería. Más allá de su trabajo, de la inexperiencia en campo de batalla, con su sonrisa, una mirada contenedora le dieron gotas de esperanza a muchachos heridos, remitiendo a la sensación de la cercanía de sus madres, hermanas, amigas.
Abandonaron sus delantales blancos, tuvieron que usar uniformes y borceguies que les quedaban grandes, tras una breve instrucción partieron de Palomar a Río Gallegos y de allí a bordo de buques mercantes o helicópteros, al rompehielos Almirante Irízar, convertido en un gigantezco hospital flotante. Le habían puesto 260 camas, equipando sus bodegas con dos salas de terapia intensiva, tres quirófanos, una sala de terapia intermedia y dos de terapia general, además de laboratorios bioquímicos, sala de quemados y de radiología.
Llegaron a Puerto Argentino el 10 de junio.
Desde el buque hospital trataron a 750 de los 1.069 heridos argentinos de la guerra. Si bien el buque se encontraba muy bien equipado, algunas sufrieron de claustrofobia porque los quirófanos y las salas intensivas se encontraban en el área debajo de línea de agua. Otras lo único que podían comer sin vomitar era pan y puré de papas.
A pocos días del hundimiento del Gral. Belgrano, que navegaba fuera de la zona de batalla, un barco sanitario inglés les solicitó sangre y plasma para sus heridos, con mucha desconfianza mandaron el helicóptero, y por suerte lo respetaron.
Todas muy jóvenes, entre 18 y 25 años, en especial trabajadoras del Hospital Militar Central y de Hospital de Campo de Mayo, en Buenos Aires recibieron adiestramiento elemental sobre la actuación en un bombardeo, les dieron pautas básicas, como por ejemplo dónde situarse y qué hacer en caso de ataque, incendio o abandono del barco. Una de ellas cuenta que apenas llegó a despedirse de su familia e ir a la peluquería para cortarse el cabello, ya que creía que así evitaba tiepo de cuidados.
Los marinos, dejándose llevar por viejas supersticiones que adjudica mala suerte a la presencia femenina en las naves, las recibieron con un simulacro de hundimiento, como para que se vayan haciendo a la idea de donde se metían.
Se fueron con la idea de montar un hospital de campaña, en carpas, para ayudar a los combatientes en los mismos escenarios de batalla, pero el clima mostrando toda su inclemencia redujo esta posibilidad y se centraron más en el buque. Su misión fue atender a cientos de soldados, darles fuerza, contención, esperanzas y cuidarlos.
Gritos, llantos, plegarias. Muchos llamaban a sus madres. Tenían miedo, pánico. Venían destrozados, con fracturas expuestas, lastimados, llenos de esquirlas, y en ese escenario resultaba difícil, pero debía, mostrar una sonrisa serena, una mirada para transmitir esperanza.
Al comienzo recibían heridos que ya habían sido atendidos en los primeros auxilios en las islas, recorrían las trincheras lavando y vendando heridas, alguna de guardia en la cubierta para clasificar los heridos recién llegados al hospital flotante según su estado y gravedad, cuando el tiempo acompañaba en helicópteros sanitarios, pero cuando los fuertes vientos y olas amenazaban, alcanzaban a los muchachos con pesqueros y con las redes los subían las camillas a bordo.
«Pero eso cambió en la ofensiva final, no se daba a basto, ya la gente que llegaba no había tenido ninguna curación previa. Estaban llenos de barro, de pólvora, de turba de Malvinas que se pegaba a las heridas. Había una costra sobre la piel en la mayoría de los casos. Era necesario bañarlos y cepillarles con viruta las heridas para comenzar a curarlos propiamente», detallaron ellas.
Sus nombres habrán quedado a fuego en la memoria de los veterano: Silvia Barrera, Susana Mazza, María Marta Lemme, María Cecilia Ricchieri, María Angélica Sendes, Doris West y Norma Navarro.
Normalmente, no tenían contacto con los pacientes: ellos entraban dormidos y se iban dormidos. Pero en la ofensiva final inglesa fue distinto, aquellas jovencitas se transformaron en enfermeras, consejeras y confidentes de las penas de esos hombres que necesitaban desahogo y contención. A veces, les pedían que les escribieran las cartas que querían mandar aunque no tuvieran las manos heridas. Cuando llegaron a tierra lo primero que hicieron es desdoblar los papelitos que guardaron cuidadosamente en los bolsillos de sus pantalones con los teléfonos de las familias de los heridos más graves que les pidieron se contactaran con ellos para avisarles que ya estaban de regreso, aunque heridos, tranquilizarlos de que estaban vivos.
Durante esos diez días pudieron comunicarse con sus propias familias, aunque en medio de una guerra tampoco resultaba fácil:»Hablábamos por radio con nuestros padres sólo para decirles que estábamos bien. No podíamos detallarles nada y, mucho menos, contarles nuestra ubicación. Toda comunicación podía ser interceptada,» explica Silvia.
Entre la adrenalina de escuchar los bombardeos, el trabajo de atender a los heridos, a los que también tenían que contener afectivamente, y la experiencia nueva de estar en un avión, un helicóptero o en un buque en altamar, durante los diez días que estuvieron en Malvinas casi no durmieron.
Los vientos y las olas gigantes que golpeaban al barco los obligaban a atarse con vendas a las camillas a todos, tanto a los médicos, los pacientes como las enfermeras.
Pero no toda la historia está escrita, ni íntegramente narrada.
Alicia dice «La historia es injusta por incompleta, siempre. Dicen que la historia padece de ginopía; es decir, esa ceguera cultural que desconoce el aporte de las mujeres. Esa forma de androcentrismo invisibiliza la experiencia femenina. Malvinas, la guerra y las mujeres en el campo de guerra lo evidencian: la historia padece de ginopía». Agrega que las mujeres fueron la parte oculta de aquella guerra, «porque en mi caso particular, y en el de muchas otras, tenemos aún una sensación de olvido, de ocultamiento de la presencia femenina.
La historia sistemáticamente se empeña en divulgarse inconclusa. Este relato pretende dar voz a un matiz poco conocido de aquella guerra: las mujeres. Y no se trata de aquellas que perdieron a sus compañeros en la guerra, pues se enfoca en la vivencia de una mujer que estuvo en la guerra haciendo su trabajo de enfermera en aquel conflicto bélico.
Es justo recordar que no solo estas fueron las «únicas» mujeres en participar de la guerra, se entiende que cada esposa, hija, madre, hermana, novia de un Veterano de Guerra, también ha vivido su «propia guerra» y su pos-guerra. Cada una de estas mujeres, a nuestro criterio, ha debido combatir a su modo y como pudo, para dar el apoyo necesario a un VGM que lo ha necesitado. A ellas también mi reconocimientopermanente.
El golpe de remate anímico llegó con la rendición. Y llegó el día de la partida, primero pasaron por Comodoro Rivadavia y llegaron al aeropuerto en la noche del 20 de junio.
El fin de la guerra mostró entonces su faceta más triste. Se sintió en carne propia la ‘desmalvinización’.
A Alicia de la noche a la mañana, del mismo modo en que la habían llegado al sur, debió irse. La destinaron a la escuela de aviación de Córdoba a realizar el curso de oficial. No le dieron una licencia, ni le permitieron ver a su familia, ni le brindaron la más mínima contención o asistencia.
Ninguna guerra lleva a resultados triunfantes, de ambos lados muere gente.
La mayoría continuo como enfermeras, otras se recibieron de radiologas y una de médica, pero siguen vinculadas con las FF. AA.
En el 2013 el Consejo Nacional de la Mujer les hizo un reconocimiento y las condecoró, ahora también se les pide que participen de los desfiles de Veteranos. Esperaron muchos años para este reconocimiento.
No obstante me parece que hay que destacar su accionar y recordar sus nombres: Silvia Barrera, Susana Mazza, María Marta Lemme, María Cecilia Ricchieri , María Angélica Sendes, Doris West y Norma Navarro, porque sin duda se convirtieron en precursoras del ingreso de la mujer a las fuerzas, con su ejemplo de trabajo, sacrificio, abnegación, contención y cuidado demostraron que la mujer esta igualmente capacitada para participar en las fuerzas de defensa de una nación, e hizo que las autoridades pertinentes pensaran seriamente en incorporarlas.
Hoy, 2 de abril de 2014 en La Plata, se las designó “Forjadoras de Paz” a mujeres enfermeras que trabajaron en el hospital de la Base Naval Puerto Belgrano en 1982 y que asistieron a los heridos de la Guerra de Malvinas, “por su labor humanitaria ejercida con compromiso y amor”. Ellas son Claudia Lorenzini, Nancy Stancato, María Graciela Trinchin, María Alejandra Rossini, Nancy Castro, Liliana Castro y Cristina Battistela, -en su mayoría oriundas de la provincia de Buenos Aires-
Por suerte no fue como en las Invasiones Inglesas, las Guerras por la Independencia o la Conquista al Desierto, que fuimos convocadas ante situaciones acuciantes y luego nos devolvieron a realizar tareas en el ámbito hogareño.
El ejército incorporó a las mujeres en el cuerpo profesional a partir de 1982 como oficiales y 1981 como suboficiales, mientras que para incorporarlas a los cuerpos de comando como oficiales lo hicieron en 1997 y como suboficiales 1996. La marina las incorporó en el cuerpo profesional en 1981 y 1980 para oficiales y suboficiales respectivamente y en los cuerpos de comando en 2002 para oficiales y en 1980 para suboficiales. En la aeronáutica fueron incluidas en los cuerpos profesionales en 1982 para oficiales y en 1983 para suboficiales, mientras que en los cuerpos de comando en 2001 para oficiales y en 1980 para suboficiales.
A partir de la sanción de la Ley de Servicio Militar voluntario y mixto las mujeres se incorporaron a las tropas como soldados a partir de 1995.
Actualmente ya no hablamos de excepciones, 9.335 mujeres integran las Fuerzas Armadas y los Institutos de Formación Militar, representando un 11,56% del total de los integrantes de las Fuerzas Armadas.
Las mujeres son el 6,55% del total de Oficiales y el 7,52% del total de Suboficiales.
Desde 1993, las mujeres integrantes de las Fuerzas Armadas también estuvieron presentes en la misiones de paz dirigidas por la ONU.
Fuentes:
Informe sobre la integración de la mujer en las Fuerzas Armadas. Ministerio de Defensa de la Nación. 2010.
Informe sobre la integración de la mujer en las Fuerzas Armadas. Ministerio de Defensa de la Nación. 2010.
Natalia Paez para Tiempo Argentino Bs As. 13 de junio de 2011
Gabriel Calisto. Diario Crónica. Bs As.
La Opinión Popular.com.ar19 de marzo de 2012
Alfredo Leuco. Radio Continental. Programa Bravo.Continental. 2 de Abril de 2013
http://www.observatoriogeneroyliderazgo.cl Martes, 26 de Junio de 2012
Norma Loto. Lunes 11 de junio de 2012 http://www.redsemlac.net/
M. F. Sanguinetti.http://www.irizar.org/malvinas-mujeres-inicio.html
Silvia Barrera – http://facebook.com//u
http://heraldicaargentina.com.ar/3malvinas5.htm. 30.03.2012
http://nogaldevida.blogspot.com.ar/2012/03/lucia-tornero-especial-para-clarin.html
http://www.maximaonline.com.ar/2010/Nota-27063
http://www.cnm.gov.ar/Noticias/Noticias_Mar_Abr_2013.html. Buenos Aires, Viernes 15 de Marzo de 2013
Cristina Alvarez Rodríguez Ministra de Gobierno de la Provincia de Buenos Aireswww.consejomujeres.gba.gob.ar
eldobles– 25 mayo, 2012 en: http://www.3040100.com.ar/ Malvinas