Los niños que comienzan a lactar de esta forma tienen menos problemas para sujetarse correctamente al pezón y la estimulación del pecho hace que la madre empiece a producir leche antes, favoreciendo así que el bebé se beneficie de la lactancia materna desde el mismo momento del nacimiento.
El vínculo afectivo madre-hijo se refuerza
El trabajo de parto hace que las madres generen hormonas como las endorfinas y la oxitocina, que están en sus niveles máximos tras el parto.
Si el contacto piel con piel se realiza tras el parto se aprovecha al máximo el alto nivel de oxitocina de la madre, que, además de acelerar la contracción del útero para que vuelva a su tamaño normal, favorece el vínculo afectivo madre-hijo.
Junto a la oxitocina, las endorfinas crean una sensación de euforia y felicidad una vez nace el bebé. La separación temprana de la madre y el bebé puede llegar a provocar en algunos casos el Síndrome de Extrañamiento Materno por déficit de oxitocina endógena, situación que es más frecuente en cesáreas programadas.
Parto natural y contacto piel con piel inmediato
Esta es sin duda alguna la situación ideal para las madres que están a punto de dar a luz. Durante el parto natural y no invasivo se producen una serie de cambios hormonales que preparan a la madre para recibir a su pequeño nada más salir al mundo.
El contacto piel con piel es el siguiente paso para crear un entorno perfecto para que madre e hijo comiencen a establecer lazos afectivos para toda la vida. Cuando el parto se produce en circunstancias diferentes o hay una cesárea, es conveniente que siempre que sea posible se favorezca la no separación de la madre y el bebé.
El contacto temprano entre madre e hijo es aún más importante en estas circunstancias, porque puede ayudar a evitar dificultades propias de la recuperación tras la intervención quirúrgica y además, facilita la subida de la leche, que suele tardar más cuando se produce una cesárea.
María José Madarnás. Maternidad Fácil