Matilde Elena López
Matilde Elena López. Poetisa, narradora, ensayista, dramaturgo y profesora universitaria salvadoreña, autora de una variada y amena producción literaria; por la extensión y hondura de sus saberes humanísticos está considerada como una de las figuras más destacadas entre la intelectualidad centroamericana del siglo XX.
Fuente: https://www.ecured.cu/Matilde_Elena_López
Simplemente nosotros
Cuando la huella
De tu pie
Cubra la mía
Y nuestros pasos
Sigan el mismo
Sendero.
Cuando la brisa
De la noche
Nos envuelva
En una sola
Gasa.
Será hermoso ver
Cómo tu sombra
Protege
Mi pequeña sombra.
Entonces llegarán
Las olas del tiempo
Que habremos resistido
Como un trigo en el peso
De la misma espiga…
Y ya no seremos
Tú y yo
Sino sólo
Nosotros…
Simplemente:
Nosotros…
http://www.poemaspoetas.com/matilde-elena-lopez/simplemente-nosotros
Carmen Lyra
Carmen Lyra, seudónimo de María Isabel Carvajal Quesada fue una escritora, pedagoga y política costarricense. Es considerada una de las escritoras más entrañables y significativas de la literatura costarricense. Se la ha señalado como la fundadora de la narrativa de tendencia realista en Costa Rica. Wikipedia
La suegra del diablo. Cuento
Había una vez una viuda de buen pasar, que tenía una hija. La muchacha era hermosa y la madre quería casarla con un hombre bien rico. Se presentaron algunos pretendientes, todos hombres honrados, trabajadores y acomodados, pero la viuda los despedía con su música a otra parte porque no eran riquísimos.
Una tarde se asomó la muchacha a la ventana, bien compuesta y de pelo suelto. (Por cierto que el pelo le llegaba a las corvas y lo tenía muy arrepentido.) No hacía mucho rato que estaba allí, cuando pasó un señor a caballo. Era un hombre muy galán, muy bien vestido, con un sombrero de pita finísimo, moreno, de ojos negros y unos grandes bigotes con las puntas para arriba. El caballo era un hermoso animal con los cascos de plata y los arneses de oro y plata. Saludó con una gran reverencia a la niña, y le echó un perico. La niña advirtió que el caballero tenía todos los dientes de oro. El caballo al pasar se volvió una pura pirueta. Desde la esquina, el jinete volvió a saludar a la muchacha, que se metió corriendo a contar a su madre lo ocurrido.
A la tarde siguiente, madre e hija bien alicoreadas, se situaron en la ventana. Volvió a pasar el caballero en otro caballo negro, más negro que un pecado mortal, con los cascos de oro, frenos de oro, riendas de seda y oro y la montura sembrada de clavitos de oro. La viuda advirtió que en la pechera, en la cadena del reloj y en el dedito chiquito de la mano izquierda, le chispeaban brillantes. Se convenció de que era cierto que tenía toda la dentadura de oro. Las dos mujeres se volvieron una miel para contestar el saludo del caballero.
Al día siguiente, desde buena tarde, estaban a la ventana, vestidas con las ropas de coger misa, volando ojo para la esquina. Al cabo de un rato, apareció el desconocido en un caballo que tenía la piel tan negra como si la hubieran cortado en una noche de octubre; las herraduras eran de oro y los arneses de oro, sembrados de rubíes, brillantes y esmeraldas.
Las dos se quedaron en el otro mundo cuando lo vieron detenerse ante ellas y desmontar.
Las saludó con grandes ceremonias. Lo mandaron pasar adelante, y la vieja que era muy saca la jícara cuando le convenía, llamó al concertado para que cuidara del caballo.
El desconocido dijo que se llamaba don Fulano de Tal, presentó recomendaciones de grandes personas, habló de sus riquezas, las invitó a visitar sus fincas y por último, pidió a la niña por esposa. No había terminado de hacer la propuesta, cuando ya estaba la madre contestándole que con mucho gusto y llamándolo hijo mío.
Desde ese día las dos mujeres se volvieron turumba; cada día visitaban una finca del caballero, cada noche bailes y cenas; no volvieron a caminar a pie, solo en coche, y regalos van y regalos vienen.
Por fin llegó el día de la boda. El caballero no quiso que fuera en la iglesia sino en la casa y nadie se fijó en que al entrar el padre el novio tuvo intenciones de salir corriendo.
Los recién casados se fueron a vivir a otra ciudad en donde el marido tenía sus negocios.
Desde el primer día que estuvieron solos, el marido dijo a la esposa a la hora del almuerzo que él sabía hacer pruebas que dejaban a todo el mundo con la boca abierta y que las iba a repetir para entretenerla; y diciendo y haciendo se puso a caminar por las paredes y cielos con la facilidad de una mosca; se hacía del tamaño de una hormiga, se metía dentro de las botellas vacías y desde allí hacía morisquetas a su mujer; luego salía y su cuerpo se estiraba para alcanzar el techo. Y esto se repetía todos los días al almuerzo y a la comida. En una ocasión vino la viuda a ver a su hija y esta le contó las gracias de su marido. Cuando se sentaron a la mesa, la suegra pidió a su yerno que hiciera las pruebas de que le había hablado su hija. Este no se hizo de rogar y comenzó a pasearse por el cielo y paredes y a repetir cuantas curiosidades sabía hacer. La vieja se quedó con el credo en la boca y desde aquel momento no las tuvo todas consigo.
A los pocos días volvió a hacer otra visita a sus hijos, trajo consigo una botijuela de hierro, con una tapadera que pesaba una barbaridad. A la hora del almuerzo rogó a su yerno que las divirtiera con sus maromas. Después que este se dio gusto con sus paseos boca abajo por el techo, le preguntó la tobijuela y le dijo.
-¿Apostemos a que aquí no entra Ud?
El otro de un brinco se tiró de arriba y se metió en la botijuela como Pedro por su casa.
La suegra hizo señas a unos hombres que tenía listos con la tapadera, tras una cortina, y estos se precipitaron y taparon la botijuela. El yerno se puso a dar gritos desaforados y a hacer esfuerzos por salir. La esposa quiso intervenir para que le abrieran, pero la madre le dijo:
-¿Pues no ves que es el mismo Pisuicas? Desde la otra vez que estuve, eché de ver que tu marido no era como todos los cristianos. Le consulté a un sacerdote, quien me acabó de convencer de que mi yerno no era sino el Malo. Dale infinitas gracias a Nuestro Señor de que a mí se me ocurriera este medio de salir de él.
Luego se fue en persona para la montaña, seguida de los hombres que cargaban la botijuela. Se hizo un hoyo profundo y allí dejó enterrada la botijuela con su yerno dentro. Este se quedó bramando de rabia y diciendo pestes contra su suegra.
En efecto, aquel era el Diablo y desde el día en que la vieja lo enterró, nadie volvió a cometer un pecado mortal, solo pecados veniales, aconsejados por los diablillos chiquillos. Y toda la gente parecía muy buena, pero solo Dios sabía cómo andaba el frijol.
Pasaron los años y pasaron los años en aquella bienaventuranza, y el pobre Pisuicas enterrado, inventando a cada minuto una mala palabra contra su suegra. Un día pasó por aquel lugar un podre leñador que tenía por único bien una marimba de chiquillos, y tan arrancado que no tenía segundos calzones que ponerse. Le pareció oír bajo sus pies algo así como retumbos; se detuvo y puso el oído. Una voz que salía de muy adentro decía:
-¡Quien quiera que seas, sácame de aquí…!
El hombre se puso a cavar en el sitio de donde salía la voz. Al cabo de unas cuantas horas de trabajar, dio con la botijuela. De ella salía la voz que ahora decía:
-Hombre, sácame de aquí y te tiene cuenta.
Él preguntó:
-¿Qué persona, por más pequeña que sea, puede caber dentro de esta botijuela?
El que estaba en ella contestó:
-Sácame y verás. Soy alguien que puede hacerte inmensamente rico.
Esto era encontrarse con la Tentación y el pobre al oír lo de las riquezas, hizo un esfuerzo tan grande que levantó solo la tapadera. Cierto es que por dentro el Diablo empujaba a su vez con todas sus fuerzas. La tapadera saltó, con tal ímpetu, que desapareció en los aires; el Demonio salió envuelto en llamas y la montaña se llenó de un humo hediondo a azufre. El pobre leñador cayó al suelo más muerto que vivo. Cuando fue volviendo en sí, se le acercó el Diablo y le contó la historia de su entierro.
-Para pagarte tu favor -le dijo- nos vamos a ir a la ciudad. Yo me voy a ir metiendo en diferentes personas, de las más ricas y sonadas, para que se pongan locas. Vos aparecerás en la ciudad como médico y ofrecerás curarlas. No tenés más que acercarte al oído del enfermo y decirme: “Yo soy el que te sacó de la botijuela”, y al punto saldré del cuerpo. Eso sí, cuando te acerqués y yo te diga que no, es mejor que no insistás porque será inútil. Ya te lo advierto.
Y así fue. Partieron para la ciudad, el leñador se hizo anunciar como médico y a los pocos días cátate que un gran conde se puso más loco que la misma locura. Lo vieron los más famosos médicos del reino, y nada. De pronto se puso que un médico recién llegado ofrecía devolverle la salud. Llegó donde el enfermo y para disimular, se puso a darle cada hora una cucharada de lo que traía en una botella y que no era otra cosa que agua del tubo con anilina. A las tres cucharadas se acercó al oído del conde y dijo:
-Soy el que te sacó de la botijuela.
Inmediatamente salió el Diablo y el conde quedó como si tal enfermedad no hubiera tenido. Toda la familia estaba agradecidísima, no hallaban dónde poner al médico y lo dejaron bien pistudo.
Siguieron presentándose casos de locura de diferentes aspectos y casi todos eran en el duque don Fulano de Tal, en la duquesa doña Mengana, en el marqués don Perencejo. Y todos fueron curados por el médico, que ya no tenía donde guardar el oro que ganaba. Por fin se puso mala la reina y ¡el señor me dé paciencia! Aquello sí que fue el juicio. La reina no tenía sosiego un minuto y ya el rey iba a coger el cielo con las manos y últimamente tuvieron que amarrarla porque ya no se aguantaba. Aconsejaron al rey que llamara al famoso médico y cuando llegó, le ofreció hacerlo su médico de cabecera y darle muchas riquezas si sanaba a su esposa. El otro, por rajón, le contestó que ya podía hacerse de cuentas de que la reina estaba curada y que si no sucedía así, le cortara la cabeza.
Se acercó con su botella de agua y le dio las tres cucharadas. A la tercera le dijo al oído de la enferma:
-Soy yo, el que te sacó de la botijuela.
El diablo respondió:
-¡No!
Al oír esto, el hombre se achucuyó. ¿Y ahora qué iba a hacer? Se acercó otra vez al oído de la enferma a suplicarle:
-¡Salí por lo que más querrás! ¡Mirá que si no acaban conmigo! Por vida tuyita…
Pero de nada le servían las súplicas: el otro seguía emperrado en que no y en que no.
Estaba, por lo que se veía, muy a gusto entre los sesos de la reina.
Pidió al rey tres días de término y entre tanto, no hizo otra cosa que suplicar al Diablo que saliera, dar cucharadas de agua con anilina a la pobre reina y sobarse las manos. Cuando estaba para terminarse el plazo, se le ocurrió una idea: pidió al rey que hiciera traer la banda, que comprara triquitraques y cohetes, que a cada persona del palacio le diera una lata o algún trasto de cobre y la armara de un palo y que a una señal suya, la banda rompiera con una tocata bien parrandera, todos gritaran y golpearan en sus latas y se diera fuego a la pólvora.
Y así se hizo. En este momento se acercó el leñador al oído de la reina y suplicó al Diablo:
-¡Salí por vida tuyita…!
En vez de contestar, el Diablo preguntó:
-Hombre, ¿qué es ese alboroto?
El otro respondió:
-Aguardate, voy a ver qué es.
Inmediatamente volvió y dijo:
-¡Que Dios te ayude! Es tu suegra que ha averiguado que estás aquí y ha venido con la botijuela para meterte en ella de nuevo.
-¿Quién le iría con la cavilosada a la vieja de mi suegra? -dijo el Diablo.
¿Y patas para qué las quiero? Salió corriendo y no paró sino en el infierno. La reina se puso buena y el leñador, que ya era don Fulano y muy rico, mandó por su mujer y su chapulinada y todos fueron a vivir a un palacio, regalo del rey. Desde entonces la pasaron muy a gusto.
ALCIRA DORO MADDONNI
En este mes de la mujer de 2022 queremos recordar de la República Argentina, a Alcira Doro Maddonni, poeta y narradora oriunda de Lomas de Zamora en la provincia de Buenos Aires, muy ligada también a la Asociación de Mujeres de Negocios y Profesionales del Sur ya que en el año 2007, fue una de las primeras mujeres en recibir nuestra distinción Palas Atenea en este caso, en el rubro Literatura.
Doro Maddonni no solo fue maestra y escritora sino que se destacó como gestora cultural y fue gracias a su tarea que la presencia de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) se consolidó no solo en Lomas de Zamora sino en una gran franja del sur del conurbano bonaerense. Fue Secretaria de Cultura de la SADE Nacional y durante su gestión logró recuperar ejemplares de obras de autores argentinos que habían quedado durante años olvidados en un sótano de una de las sedes de la entidad.
También fue ella quien con su incansable accionar logró que se señalara la presencia en Banfield (localidad perteneciente a Lomas de Zamora) de Julio Cortázar, escritor argentino de reconocimiento internacional, mediante la colocación de una placa conmemorativa y con la inauguración de la Esquina Julio Cortázar, a pocos metros del predio donde transcurrió gran parte de la infancia y de la adolescencia del escritor.
Y nada mejor para conocer a una poeta que acceder a sus poemas:
LABERINTO
alguien cortó el hilo
que me hacía salir del laberinto
al tocar los pedazos
se quiebran mis dedos
no tengo con qué
fabricarme un par de alas
ABISMO
en el borde
no tuve
sensación
de abismo
el límite
se confundió
conmigo
NADA
de nuestras muertes
no quedan huesos
solo un vacío
imposible de atravesar
para las memorias blancas
que nos esperan
como antes
Cristina Peri Rossi
Lectura recomendada
Recomendamos hoy la lectura de poemas de Cristina Peri Rossi, uruguaya, ganadora del Premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2021.
Grazia Deledda
Grazia Deledda, escritora italiana galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1923.
Poema «Hipnosis» de Cristina Pizarro
Me sumerjo en el imperio de la noche
desde aquel palacio rodeado de un séquito de dioses
que hieren con sarcasmo
mientras recogemos lirios prohibidos.
Mi cuerpo
a veces deshabitado del presente
comienza a ensoñar
recorriendo los laberintos del sexo.
Después de descender a los infiernos
y al ver a las Erinias
nos entregamos al goce
y recuperando lo esencial
convertimos la vida en una fiesta
Ningún gemido podrá turbar la tierra aletargada.
Mis senos guardan el misterio del origen
porque el vuelo fue más allá de los sentidos
cuando las semillas de sangre esparcieron
corales en la arena.
En el despertar de tu voz
el sueño viaja
contemplando la aventura.
Mi fuego vital se une al dios
del éxtasis.
Me pondré un vestido de espigas
para renacer a la noche del sepulcro.
el rocío bendecirá la tierra
transmutada en esperanza.
Cristina Pizarro nació en Banfield (Argentina) el 24 de noviembre de 1949; es poetisa y profesora de Lengua y Literatura, además de coordinar talleres de escritura. Ha publicado varios poemarios, tales como «Poemas de agua y fuego» y «Lirios prohibidos«.
Las primeras poesías de Cristina vieron la luz cuando contaba con 11 años y su primera publicación, a los 19 años. Desde joven se sintió atraída por el estudio de las diversas corrientes literarias y su difusión, realizada a través de encuentros con escritores en cafés literarios y talleres.
Su poesía nace del inconsciente, de su mundo onírico, y fluye libremente, sin ser regida por cuestiones de métrica o estilo; posteriormente a la corrección intenta extraer el sentido profundo de cada una de las palabras y decidir si las escogidas son las adecuadas. Cristina asegura que una de las cosas que se propone al compartir una poesía es que sus lectores se enamoren de la obra en su sentido más amplio. Y lo hace a través de un lenguaje rico que permite una lectura ambigua, capaz de cautivar de maneras diversas a cada lector.
Algunas de las poesías de Pizarro que pueden leerse en nuestra web son «Ahora estoy plena de silencios» y «Me fragmento en el morir«; deseamos que las disfrutes.
(de la página Poemas del Alma)
Basta de soledades
Cuento de Laura Massolo
Cuando llego de la facultad, muy tarde, la botella mutilada desborda, y hay yerba y cenizas alrededor. Lucio duerme y mamá está en la computadora, como de costumbre, jugando al solitario. No me gusta comer así: me deshago de toda esa mugre y paso un trapo por la mesa. Después lavo mi plato y los de ellos, para que mamá, cuando se levante, encuentre todo limpio. Se me ocurre que, a la mañana, esos contenidos ya secos deben parecerse mucho a un recipiente del desierto.
El recuerdo de Aurora Bernárdez
En el Día del Escritor el recuerdo de Aurora Bernárdez – (Buenos Aires, 1920 – Paris, 2014)
Por Lidia Rissotto
Conocí (y el verbo es excesivo) a Aurora Bernárdez hace algunos años en Banfield. En rigor de verdad, compartí con ella y con amigos de la Sociedad Argentina de Escritores una breve visita que Bernárdez hizo al pueblo donde había transcurrió gran parte de la infancia de Julio Cortázar.
(más…)Hablemos sobre EDADISMO y la resistencia a la valoración de la capacidad adulta
Así como sucedió el debate de género,
crece la conciencia sobre el estigma de
valores negativos atribuidos a la edad
adulta.
MES DE LA MUJER 2020
Autora: Lidia Rissotto
Agradecemos su aporte
Marzo de 2020 quedará en la memoria de todos. Nadie olvidará el desconcierto, el temor de estar inmersos en la pandemia de COVID-19, esta enfermedad nueva que nos toma desprevenidos.
(más…)