Coronavirus en Argentina: con pingüinos y alcohol en gel
fuente: Clarín.com Sociedad 09/05/2020 – 17:01
¿cómo vive la pandemia la única escuela del país donde no se suspendieron las clases?
Está en la Base Esperanza de la Antártida y a ella asisten 14 alumnos. Dos de sus docentes cuentan que, con protocolos, mantienen su rutina en el medio de una situación global inédita.
Escuela Nº 38 Presidente raúl Ricardo Alfonsín, Base Esperanza, Antártida
Hay que marcar un 0800 para comunicarse con la única escuela -situada a 3.206 kilómetros de Buenos Aires-, que dictó clases presenciales en el país en todo lo que lleva esta cuarentena. La Antártida es el único continente del planeta que está libre de coronavirus. Desde la Base Esperanza, en la Escuela Provincial Nº 38 Presidente Raúl Ricardo Alfonsín, la “seño Mariana” Ibarra (37) y el “profe Víctor” Navarro (42) dialogan con Clarín.
Ellos son un matrimonio de maestros en la única escuela del mundo que se erige en el continente polar, y que por su aislamiento geográfico sobrevive incólume a la cuarentena global.Newsletters Clarín En nuestras palabras
El 5 de marzo iniciaron las clases. Seis días después festejaron con toda la base el día del Maestro Bicontinental y el aniversario número 23 de su escuela, que tiene 14 alumnos en los tres niveles (inicial, primario y secundario).
Una vista de la Base Esperanza en la Antártida. (fotos Radio Base Esperanza)
La salita de 4 y 5 años está a cargo de “la seño Roxana” Carrizo. Con pizarrón blanco y marcadores de colores, lejos de Tierra del Fuego, donde tienen su residencia, Mariana y Víctor llevan a adelante la escuela primaria. Enseñan a siete chicos en un plurigrado, un aula de primero a sexto. Ella dicta Matemática y Ciencias Sociales, y Víctor da Lengua y Ciencias Naturales a alumnos de cuatro provincias: Buenos Aires, Córdoba, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Los alumnos van caminando a la escuela. (fotos Radio Base Esperanza)
“Cuando trabajamos un mismo contenido, por ejemplo un cuento, vamos complejizándolo según la edad de los estudiantes. Primer grado pinta los personajes. Segundo arma oraciones. Tercero hilvana una historia y así avanzamos hasta sexto grado. Todos los chicos de 7 a 12 años participan, cada uno con una actividad individual y diferente. Es muy enriquecedor”, explica Mariana, que además es la directora.
En la secundaria son cinco adolescentes de entre 13 y 18 años, que estudian a distancia a través de SEADEA, la Plataforma Educativa Digital del Ejército Argentino y cuentan con la ayuda de Natalia Pereyra.
Víctor, al frente de su clase en la escuela de la Base Esperanza. (fotos Radio Base Esperanza)
“Las clases comienzan puntualmente a las 8 pero los chicos llegan un rato antes por las dificultades del terreno: en el camino puede haber hielo y hay que sacarse la ropa de abrigo y ponerse más cómodos sin demorar las clases”, detalla Mariana. Cuando soplan los vientos blancos de más de 30 nudos, se suspenden las clases y todos permanecen en sus casas. A pesar del aislamiento en una base polar se mantienen informados y conectados. Tienen plena señal de internet y celular con el continente.
Un acto en la escuela de la Base Esperanza. (fotos Radio Base Esperanza)
“Con la situación sanitaria, estamos todos muy preocupados y los chicos no están ajenos a esa preocupación. Ellos dejaron amiguitos, abuelos y familiares en el continente”, describe. Y cuenta que dos médicos de la base brindaron charlas sobre la pandemia de COVID-19 para informar a los chicos. Se adoptaron las medidas sanitarias con naturalidad: toser en el pliegue del codo, el correcto lavado de manos y uso de alcohol en gel después de los recreos.
Pequeño abanderado. Uno los alumnos de la Escuela de la Base Esperanza en la Antártida. (fotos Radio Base Esperanza)
44 bases permanentes correspondientes a 21 países funcionan durante todo el año en la Antártida. Argentina es el país que más bases permanentes despliega con un total de seis a un lado y al otro de la península. En febrero, ante el acecho del turismo internacional de grandes cruceros, se aplicaron tempranos protocolos para prevenir la pandemia, que luego se endurecieron. Inicialmente se persuadió a los capitanes de grandes cruceros de no habilitar los descensos en las bases. Luego, el Ministerio de Defensa a cargo de Agustín Rossi prohibió el ingreso del turismo a las edificaciones en las bases. El visitante solo podía merodear la geografía exterior sin ningún contacto físico con la dotación.
Alumnos secundarios de la escuela de la Base Esperanza. (fotos Radio Base Esperanza)
Es requisito para dar clases allí ser una pareja consolidada o matrimonio de maestros. Ellos, además son padres de dos hijos: Juan Ignacio que está en 2º grado y Victoriano en 6º. Es su segunda invernada en la única base que alberga familias y en donde nacieron ocho niños antárticos argentinos.
“La decisión de volver a enseñar aquí la incentivaron nuestros hijos tras la linda experiencia que compartimos en 2018. A ellos les encantan las actividades en la nieve, con trineos y la vida al aire libre. Porque hay días que hace -20° pero hay otros con temperaturas positivas y cielo soleado», cuentan.
La Base Esperanza en la Antártida. (fotos Radio Base Esperanza)
La biodiversidad de fauna marina en ese paisaje, inmenso y cambiante, retrata el deslumbrante poderío de una naturaleza en su estado más puro, Clarín lo pudo comprobar en dos coberturas exclusivas en marzo de 2019 y 2020.
Al salir de la escuela, los chicos pueden toparse con 10 o 15 pingüinos que se trasladan de la pingüinera hacia el mar para alimentarse o cuando regresan con sus presas en el pico para nutrir a sus pichones en el nido. En ese trajín, los pingüinos deambulan frente a las casas, la escuela, y toda la base. Son los amos y señores del lugar.
Cuando llegan los científicos se dictan charlas en la escuela sobre fauna antártica: aves, lobos y elefantes marinos, focas leopardo, focas de Weddell, y una descomunal colonia de pingüinos Adelia y Papúa, que son los seres que los chicos encuentran habitualmente a lo largo de la costa.
Los pingüinos, parte del paisaje. (fotos Radio Base Esperanza)
La escuela también cumple un rol clave como generadora de numerosas actividades fuera del horario escolar. Después de las cinco de la tarde se imparten talleres de inglés, guitarra, folclore, tecnología, ajedrez, cocina o educación física para cualquiera de las 63 personas de la dotación, en la que hay 10 familias y decenas de almas que invernan solas.
“El invierno es un punto de inflexión, contamos con solo 4 o 5 horas de luz. El estar de noche todo el tiempo hace que uno se bajonee un poco. Grandes y chicos empiezan a extrañar lo que dejaron en el continente. Desde la escuela generamos actividades para que ese tiempo de oscuridad o de escasa luz pase rápido”, dice la docente.
En la base restringieron el desembarco de turistas de cruceros para evitar contagios. (fotos Radio Base Esperanza)
Sucede lo contrario durante el verano. Hay luz solar las 24 horas. Se viven horarios de luz extendidos con falta de sueño y pérdida de la noción del tiempo. “Hacemos cosas como si fuera de día cuando ya es de noche”, cuenta Mariana.
En los “sábados de pizza”, una tradición antártica que reúne a toda la base a comer y a distenderse, ellos siguen siendo la “seño Mariana” o el “profe Víctor”. “Se da un vínculo muy fuerte porque pasamos muchísimo tiempo con los alumnos. Por ahí están los papás, pero los chicos nos consultan a nosotros”, confía Víctor.
La Base Esperanza en la Antártida. (fotos Radio Base Esperanza)
La actividad extracurricular más importante del año es la llegada de Papá Noel a la base. Los chicos vuelven a creer en la magia de lo que ven: un Twin Otter de la Fuerza Aérea aneviza sobre la espesura blanca del glaciar Buenos Aires. Por fin desciende Papá Noel acompañado por duendes y lleno de regalos. “Es algo mágico e inolvidable para los chicos”, se entusiasma Víctor.
“Somos unos privilegiados al poder practicar la docencia, que es para lo que nos formamos y vinimos a la Antártida”, concluye Víctor.