Evocación de María Elena Walsh
de Lidia Rissotto
Evocación de María Elena Walsh
¿Sabés cuántos años viven las tortugas, María Elena? Dicen que, según la especie, las tortugas viven quince, o veinte, o cincuenta, hasta cien años. Bueno, yo conozco una que anda por los ciento cuarenta y, tan campante, viajando de París a Pehuajó, un poquito caminando y otro poquitito a pie. Manuelita se llama y me contaron que cuando se junta con la reina Batata y con el mono Liso se divierten de lo lindo y terminan siempre hablando de vos. Te extrañan, María Elena. Y también te extrañan la vaca estudiosa, la que fue a la escuela en Humahuaca, los gatos que dicen “yes” y nosotros extrañamos la reflexión disfrazada de desenfado y de dislate aunque nos hayas dejado tanto poema dando vueltas.
¿Sabías que nos pusiste a jugar y a bailar para siempre? Porque en tus canciones flotan los ritmos saltarines del carnavalito y del boogie-boogie que pensaste para chicos pero que se saltaron generaciones y encantaron a los grandes. Sí, seguro que lo sabés porque muchos tuvimos la suerte de ir creciendo con vos y de ir conociéndote más a fondo. Y a medida que crecíamos (y que crecías) nos dimos cuenta de que la sonora campanita de tu voz se puso más grave para decirnos lo que querías decirnos. Usaste la ironía para dibujar a los ejecutivos con tus palabras, le hiciste una emocionada declaración de amor a tu país y escribiste un memorable panegírico en defensa de la letra eñe.
Sabías que hay un idioma de infancia que endulza el trayecto entre el valle y el volcán y que tal vez sirva para derrotar al tiempo. Como derrotás al tiempo vos, María Elena, con la extendida presencia de tus poemas-canciones que seguimos cantando tantas veces, al sol como la cigarra, viendo a la distancia tu osadía de desafiar convenciones para ser y decir de la manera que querías.
Apasionada como fuiste de la vida y del arte, tu pasión te llevó a jugarte, literalmente, la vida cuando le estampaste en la cara a la sociedad la formidable metáfora del país-jardín-de-infantes en años terribles de la vida argentina porque, vos misma lo dijiste, si de ponerte precio se trata, que sea el de humanidad.
Hoy, que estamos todos esperando que de Gulubú llegue algún brujito para darnos una ansiada vacuna, volvemos a cantar a los más chiquitos tus mismos poemas-canciones que cantamos con nuestros hijos y volvemos a jugar en el reino donde nada el pájaro y vuela el pez.