La mujer que quiero ser
Hace muchos años, cuando todavía no tenía canas que tapar, me gustaba que me dijeran princesa. Hoy ya me resulta insólito, incluso cuando me lo dicen con la mejor de las ondas.¡ Es que mi idea de la “ mujeridad” ha cambiado tanto!
Mi familia podía parecer típica por fuera pero por dentro no lo era: papá era maestro, mamá primera bailarina. Ella era una mujer pensante, culta y empresaria. Sin embargo sus ideas eran, para lo que se piensa hoy, prehistoria. Nosotras, las hijas, éramos las que cumplíamos los sueños de las madres: Nos querían felices, libres, autosuficientes, pero no tanto. Ellas oscilaban entre querernos Susanitas o Mafaldas. Nosotras tratábamos de probar qué tal era ser un poco de cada una.
Trabajar, emprender, llevar adelante un proyecto profesional , reaccionar ante situaciones que queríamos cambiar – como las discriminaciones en los empleos, la descalificación, el trato machista de nuestros propios compañeros- y en medio de todo eso ser las esposas y madres modelo 1960 que todavía queríamos ser… definitivamente era un cóctel explosivo. Para mí fue dificil, yo iba por todo, quería ser la mejor. A los golpes me di cuenta de que tenía que ir cediendo espacio a la mujer que empezaba a ser, con objetivos que ya no apuntaban a revolucionar el mundo sino solo mi propia vida.
Por eso hoy digo que ser mujer es lo que cada una quiera ser. Es más, creo que tenemos la libertad de cambiar de opinión acerca de lo que queremos ser a lo largo de nuestra vida, sin que eso nos haga sentir defraudadas de nosotras mismas.
Para empezar, nacer de sexo femenino no decreta que seas mujer. Es algo que vamos construyendo y si bien pareciera que tenemos determinadas aptitudes, como la de educar, cuidar, conciliar, ordenar y cobijar, puedo hacer una lista con los dedos de las manos y de los pies de mujeres conocidas que definitivamente no tienen ninguna, pero ninguna de estas cualidades.
Como lo del sexo fuerte quedó en el pasado tambien, me pregunto acerca de mi propia necesidad de ser cuidada… Y la encuentro intacta. Creo que lo necesitamos. Veo mujeres que son muy fuertes, tirambombas de esquirlas dramáticas. Y otras que tambien lo son, pero con otro estilo, visten su fortaleza de ternura, de silencios, de paciencia, de coraje. Pero todas necesitamos sentir que alguien nos de una mano y pueda alcanzarnos un té en alguna madrugada.
Así que es mejor preguntarse qué mujeres queremos ser.
De mis congéneres hay cosas que me duelen : las nenas prostituidas por hambre pero también por mandatos culturales , así como las que solo buscan ser muñecas inflables vivientes de un macho que las mantenga. Las que se creen que ser jefa mujer es ser una hdp… y las jefas hdp. Lo que esconden estos pensamientos es la creencia de que una mujer no puede llegar a destacarse en lo económico o lo laboral si no es “ mala”. Desgraciadamente, muchas veces somos las mismas mujeres las que fomentamos estas ideas. Podemos ser inteligentes, eficientes, temperamentales, asertivas y temibles – para qué negarlo- y ganar nuestros espacios sin necesidad de recurrir a la Lucrecia Borgia que todas llevamos dentro.
Y un peligro para las mujeres hoy es la pseudoespiritualidad, la new age marketinera que pretende aprovecharse del espíritu mágico femenino.
El descubrimiento de nuevas maneras de ver la realidad, de abrirse a conocimientos diferentes, es una herramienta poderosa de evolución para la mujer. Somos mayoría en los congresos, en los cursos, en las iglesias…y en los consultorios. Tenemos una mente mucho más abierta y nos cuestionamos más lo que nos pasa dentro. Pero me exaspera ver como a veces, algunas mujeres caen en la red de una nueva estrategia de dominación: la de hacerles creer que, para ser evolucionadas espiritualmente, tienen que sonreír todo el día y trabajar sin que les importe el dinero, ¡pero por un gurú o un pastor, en vez de hacerlo por un marido!
En suma, no soy princesa, ni quiero que mi hija lo sea.Y me encantan las princesas. Pero por qué ser solo princesas, si las mujeres podemos ser mucho, pero mucho más.
Marisa Cortéz