Como todos los últimos sábados de cada mes nos reunimos en una tarde de living. Livings de mujeres, empresarias y profesionales, donde no tejemos como lo hacían nuestras madres y abuelas. Ahora tejemos redes sociales y empresariales, somos mujeres del Siglo XXI, amenizamos la velada con charlas testimoniales y damos a conocer nuestras actividades empresariales o profesionales. Disfrutamos de un café o un té, con tortas o tostados. El lugar, una antigua casona de 1906 que ha sido protegida en su estilo, su sobria y elegante escalera de madera lustrada nos lleva al primer piso, donde el estilo original se ha conservado. EL techo altísimo deja ver su bóveda de ladrillos, ventanas altas donde entra tibio el sol del otoño. Ahí funciona la heladería Riviera, un clásico que se ha mantenido desde la década del 60 y creció. Se adaptó a los tiempos y a los requerimientos de la gente. Los sabores de los helados, combinados con frutas frescas y crocantes almendras, pistachos y avellanas en cremas muy, pero muy suaves que se disuelven en la boca en un placer extremo.
Pero este sábado fue algo especial, Teresa cumplía años, la dueña de esos exquisitos sabores nos agasajó, charlas mediantes de las profesionales invitadas, con una torta de puro chocolate. El aroma que se fue esparciendo por el salón me llevó en mis pensamientos, muy lejos, cuando yo era chica y mi mamá hacía sus tortas de chocolate bombón.
Los sábados de otoño, a la tarde, en casa con aromas a cera en los pisos de caldén, el sol entrando por las ventanas, el mantel almidonado, de hilo, bordado con vainillas y entredós, el juego de té de porcelana Bavaria con bordes dorados y delicados tulipanes de colores pastel. Era toda una ceremonia, los platos junto a las delicadas tazas y la tetera de loza blanca con cinta azul, inglesa, porque si bien no era la que le correspondía al juego, tenía más capacidad y no debía faltarle el cubre tetera tejido, para mantener caliente el té. Llegaba mi tía abuela con el paquete de la Confitería Miguel de Temperley, seguro serían vesubios rellenos de ricota y bañados con glasé y los mantecados con pasas envueltos en papel manteca con la coronita que identificaba a la Confitería. Mamá había hecho su poderosa torta bombón y ese es el aroma que recordé, profundo, delicado aroma a chocolate. Saludos, besos, risas, y el perfume que mi tía tenía en su suave sweater de angora. La conversaciones eran diversas, esencialmente política, recitaba muy bien y contaba chistes muy graciosos, jaja, de ella aprendí los primeros “chistes verdes”.
Esa tradición de tomar el té a la tarde venía de mi abuela y la inmigración inglesa que tanta influencia tuvo en nuestra sociedad, consecuencia de la llegada del ferrocarril allá por 1864. Provocaron la formación de un barrio alrededor de la estaciones, de clásicos chalets de “estilo inglés”, construidos por el Ingeniero James Smith y el Constructor John Mitchel, ambos del Ferrocarril Sur que edificaron las estaciones de Lomas, Banfield y Temperley que aún se conservan. Las casas en cottage, “concebidas para el descanso del cuerpo y la mente”, con sus abigarrados jardines cubiertos de rosales, lirios, flores de lino y amapolas. Setos con lavandas, romero y en ese desorden perfectamente pensado, la huerta. Las enredaderas cubiertas de flores cubrían los laterales de las entradas y continuaban por encima de las ventanas.
Finalizando el siglo XIX y comenzando el XX, el pintoresquismo nos invadió y así surgieron la elegancia del francés y la sobriedad inglesa. En Turdera el Italiano Rizziero Preti construyó la hermosa Quinta San Pablo que fuera declarada, hace unos años atrás, Monumento Histórico Provincial. Las quintas y grandes residencias dieron a este municipio sus características de ciudad de veraneo, cercanos a las estaciones se levantaron, también, hoteles y pensiones para los que estaban de paso. Es posible que esta casona donde hoy funciona la Heladería Riviera, haya cumplido con esas características, la de alojar a los viajeros, aquellos que no tenían familias amigas con quinta para pasar “los ardores estivales”.
La tradición tan criolla del mate se vio invadida por la ceremonia inglesa del té, los scones, la mermelada de naranjas amargas, mezcladas con el bizcochuelo francés y las natillas españolas. Al caer la tarde, cuando el sol del verano dejaba paso a los frescos atardeceres entre frondosos árboles, los hombres bebían refrescantes cervezas enfriadas en el fondo de los aljibes o los frescos sótanos.
Los veraneos en estas ciudades siempre se destacaban por la llegada de grandes personalidades, escritores, cantantes de ópera, senadores, gobernadores y Presidentes como Avellaneda o Victorino de la Plaza que tuvieron sus residencias acá.
Pero…volviendo al aroma que me llevó tan lejos en mis recuerdos, este sábado pasado, el suave y exquisito chocolate de la torta de Teresa provocó algo más en todas nosotras. Silencio, momentáneamente se acallaron las voces de todas nosotras. La envolvente dulzura de la crema con frutos del bosque, traídos de Bariloche, y las grandes virutas de chocolate pudieron ese extraño y furtivo momento, el silencio efímero de 26 mujeres. Gracias Tere fue sublime.
Margarita Casas
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