Una mañana, en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto, quedaron sorprendidos: aquella costra dura comenzó a romperse y, con asombro, vieron unos ojos y unas antenas que no podían ser las de la oruga que creían muerta; poco a poco, como para darles tiempo de romperse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas multicolores de mariposa de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos. No hubo nada que decir; ellos sabían lo que haría, seguiría volando hasta la cima de la montaña y cumpliría de esa manera su sueño. Ahora, finalmente, entendían lo que había pasado.
El sueño que guardaba la oruga en su corazón era, en realidad, la profecía de los cambios que ocurrían en su vida.
Si no crees en tus sueños, nunca te prepararás para los cambios. Si no dejas de ser oruga, nunca volarás. Si no estás dispuesto a dejar el entorno en el que creciste, nunca llegarás a la cima. Aquello que estés dispuesto a dejar atrás determinará cuan lejos llegarás en la vida.
Debes morir para vivir; perder para ganar; dar para recibir.
Solo tú sabes las cosas que debes abandonar: ¡déjalas! Y corre con libertad la carrera que tienes por delante.