Octubre: Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama
Es éste un testimonio de la inolvidable China Zorrilla que fuera difundido en su oportunidad por la Fundación SALES y que permitió que miles de ciudadanos decidieran hacer donaciones a dicha Fundación para la investigación del cáncer.
Quiero compartir contigo una historia que, más que historia, parece un cuento de hadas: En mayo de 1944, en Montevideo, Gonzalito se debatía entre la vida y la muerte. Los pediatras no daban con el mal y como recurso desesperado llamaron al más famoso neurocirujano, quien tras examinar al niño, dijo que no había nada que hacer… a menos que… un remedio recién llegado… cuyo nombre no recordaba… que estaba en la Aduana para la Embajada norteamericana. De ahí en más sólo recuerdo el vértigo. En la Aduana no hacían entregas los domingos sin autorización del director, que estaba en un partido de fútbol. Lo llamaron por los parlantes y apareció sorprendido. Le explicamos, pero nos dijo que hacía falta la autorización del embajador, quien finalmente nos la dio interrumpiendo su mesa vespertina de poker. De allí fuimos a la cuna de Gonzalito, que ya respiraba con dificultad. –¡Rápido, preparen todo para la inyección! – dijo el famoso neurocirujano, sin saber que estaba haciendo historia al aplicar la primera penicilina en América Latina. ¿Sabés por qué te cuento esta historia? Porque estoy convencida de que la ciencia siempre termina ganando. En la Fundación SALES, estamos logrando progresos importantes por el apoyo que damos a científicos argentinos que investigan el cáncer. Te pido que los ayudemos. Queremos vencer la enfermedad y, con la ayuda de Dios, vamos a lograrlo. Ese día tendremos la alegría de escuchar este diálogo con el que a veces sueño:– ¿Y? ¿Cómo sigue Fulano? – Bien, por suerte. Fue sólo un susto. Era cáncer. Un saludo muy cordial, China Zorrilla PD: Gonzalito es Gonzalo Casás Leguizamón, uruguayo de 70 años, diplomático. Es nieto del famoso escultor argentino Gonzalo Leguizamón Pondal. El neurocirujano que dio la inyección era Alejandro Schroeder, y yo, una de las enfermeras voluntarias en la sala del Hospital Maciel. |