Vive en Longchamps, colabora en la Parroquia Santa Ana de Glew, en la pastoral penintenciaria y desde el año 2002 sube a dos trenes, un par de colectivos, con boletos pagos de su bolsillo para visitar, ayudar, escuchar y capacitar en todo lo que puede a los más invisibilizados de la sociedad, a 140 presas y presos de los penales de la zona de Ezeiza. Cree que es preciso ofrecerles una alternativa para que puedan trabajar y enseñarles un oficio que les permita generar recursos a través del autoempleo. "En las cárceles hay mucha gente con la que se puede trabajar y que quiere cambiar." Por lo que elaboró un  PROYECTO: "Talleres de promoción humana y reinserción laboral orientados a personas privadas de la libertad"
Todo comenzó con un taller de cocina. Después realizaron talleres de telar y de artesanías. Son tres voluntarias, ninguna tiene un buen pasar. Lo que hacen es por amor a Dios.
También van a las comisarías de los barrios y al instituto de menores en Banfield. Se acercan a los calabozos y escuchan a los chicos. Parece poco, pero les hace muy bien.
Cree firmemente que la clave para salir adelante es la educación. Por eso, sus talleres apuntan a brindar las herramientas necesarias para la reinserción laboral. Para ella, lo importante es enseñar que hay otros modos de conseguir las cosas. "La cárcel es un mundo; la gente viene de modelos de no trabajar. La idea es que aprendan a valorar la cultura del trabajo", dice. Es preciso ofrecerles una alternativa para que puedan trabajar, un oficio que les permita generar recursos a través del autoempleo.
Patricia es una mujer sencilla, dueña de una humildad y una fe que le dan fortaleza para encarar su trabajo voluntario. Su proyecto fue premiado por la Fundación Avon en el año 2008, otorgándole fondos para dirigirlos a su taller.

MERECEDORA DE LA DISTINCIÓN “PALAS ATENEA2011.

Por la ayuda desinteresada por el otro, el compromiso responsable, su dedicación al voluntariado, su capacidad de dar y su fortaleza