Que la tarde de un sábado marcado por condiciones meteorológicas severas, con el pronóstico de lluvias, granizo y calamidades afines que ya habían azotado a otras zonas del Gran Buenos Aires, un grupo variado de mujeres se reunieran al compartir el Living de Mujeres, dice mucho.
El día invitaba a quedarse en la intimidad y a tomar un cafecito con amigos, pero estas mujeres decidieron brindarse y asistir a una reunión que ya es, para muchas, una rutina nutricia, un reservorio de energía del que se sale enriquecida.
Porque ese fue precisamente el clima del Living de Mujeres del sábado pasado. Estábamos invitadas a compartir experiencias individuales acerca de la gestión de los distintos emprendimientos en los que cada una está inmersa; se trataba, pensábamos, de otro encuentro de los tantos que a lo largo del año nos convoca y que aporta de manera positiva al desarrollo individual.
Pero algo pasó, un imprevisto, un fuera de programa. ¿Habrá sido la electricidad que cargaba la atmosfera? ¿Habrá sido una conjunción de buenas ondas? Es posible que no lo sepamos nunca, ni tampoco importa. Porque los emprendimientos iban desde la artesanía en vidrio o en cerámica al diseño de joyas, desde las bondades de las cremas faciales a las (¡también!) bondades de una cascada de chocolate, desde la transformación de un banco de madera en un emblemático Banco Rojo a la creación poética. Y estaban también los “productos” intangibles como la gestión cultural, las formas de vincularse con la interioridad, la contención y la protección de los más vulnerables, los niños, las personas víctimas de violencia. Cada una de las mujeres habló de lo que hace y de cómo lo hace y alguna de por qué lo hace. Hablábamos todas en el lenguaje común a las mujeres con tenacidad y audacia, que a veces no pueden apreciar sus propias sus aptitudes; eramos cada una de nosotras el espejo que le devolvía a las demás una imagen más clara de sí mismas.
Y dando marco a todo esto, la responsabilidad de una asociación de mujeres capaz de ofrecer un espacio que dejó de lado, por un rato, legítimos fines comerciales para dar lugar a un verdadero encuentro en una tarde lluviosa pero llena de luz.